Nuevo número de la revista digital Minatura dedicado a Spyfi
Texto extraído de la web Minatura:
Al final de esta nota todos odiaremos al cabrón de Jeremy Bentham filosofo utilitarista1 del siglo XVIII que de una forma práctica e impecable plantea las bases de la vigilancia total: Panóptico (inspirado en el mito griego de Panoptes el gigantesco guardian de los cien ojos), una construcción con el objetivo de inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no.2
Algo así ya existe y nos controla. Bajo la premisa de la seguridad nuestras conversaciones son rastreadas buscando palabras claves o simplemente nos convertimos en los espias del vecino.
Algo así ya existe y nos controla. Bajo la premisa de la seguridad nuestras conversaciones son rastreadas buscando palabras claves o simplemente nos convertimos en los espias del vecino.
Estos son los textos publicados en castellano e inglés:
Manos sucias
El ladrón se lava las
manos en una pica llena de espuma. Al otro lado el detective la atrapa entre
las suyas para hilar cada una de las pistas. Enjabonado acaba con las manos
sucias.
La traición de la
apariencia
Mueves la cabeza
ladeándola a la derecha en un acto de querer observar con detenimiento lo que
ocurre frente a ti. Observas el macabro movimiento de un hombre corpulento, que
corre tras una chica desesperada. Tomas aire, no debes dejarte llevar en medio de
la multitud, has de mantenerte en el más estricto secreto. Las zancadas que da
ella van acortándose a la medida que se acercan a ti, te mira y sonríe. Él la
llama con buenas palabras, algo tenso. Su timbre de voz te suena. Se detiene
exhausto, denota poca capacidad pulmonar, no está acostumbrado a correr.
Levanta la cabeza y observa alejarse a la chica. “Un detective como tú no debe
dejar pasar una”, mientras te lamentas él recupera algo de fuerzas y reanuda la
carrera. Pasa por tu lado fugaz, dejando tras de sí una estela semejante a la
de una estrella errante. Es aquí donde tu capacidad de retención se desborda, y
resurge sin más preámbulos la de transformación en el héroe que todos anhelan.
Miras a tu alrededor, te adentras entre los arbustos, te enfundas en el traje
de látex, y sales transformado en un superhombre con autoridad. Te miras los
pies, y observas que no vas conjuntado, te has olvidado las bambas de tu traje
negro. Es lo menos importante… coges carrera y sales disparado en busca de la
pobre chica que aun huye despavorida. La alcanzas en segundos rodeándola. Al
verte sonríe de nuevo. Se desmaya, o lo hace. No estás seguro. Dudas. La coges
al vuelo, no sería caballeresco que se estampara, e incluso que podrían decir
de ti si no te ven actuar como el héroe que todos admiran. Él viene detrás, con
tu pie derecho le haces la zancadilla al hombre que la persigue. “El único
superhombre soy yo”, dices henchido. Exhausto el chico levanta la mirada,
frunce el ceño, se quita la máscara, observa tu cara acartonada y dice; “hijo
de puta, ya sabía yo que tenías doble trabajo. Y sin pasar la pensión a tus
hijas por insolvente.” Dejas caer con aplomo a la chica desvaneciéndose tu pulcritud en la eficacia. El secreto mejor guardado acaba por vencer la
frontera de la incertidumbre. La tierra acaba por tragarte.
La heroína
Tras la cortina del
comedor se esconde el secreto mejor guardado de Lucie. Junto a las bombillas
led, que adornan la ventana, yace un interruptor apenas perceptible, que al
tocarlo tres veces transforma el cómodo sofá en una entrada a otro habitáculo,
de reducidas dimensiones, en él se despliegan artilugios variopintos. Guantes
de látex, látigos de cuero curtido, exuberantes pechos de silicona, uñas de
porcelana, botas de tacones descomunales, corpiños de cintura de avispa,
carmines de todos los colores, pelucas rubias, y algún disfraz de chica
simpática. A las tres de la tarde accede a su rincón secreto, enciende el
ordenador a la espera de oír la señal de alerta, y el radar le avise de la
ubicación exacta donde se ha cometido el delito. Acude con avidez, desenfunda
sus dotes de heroína, y despliega sus artes. Sabe que ha nacido para
restablecer la justicia, el orden divino que el hombre irrumpe de continuo. No
le pesa. Lo asume con naturalidad. Le enaltece. No hay nadie que no se resista
a un pecho exuberante, melena sedosa, y piernas estilizadas. Los hombres
sucumben ante estas banalidades, rindiéndose a sus pies, la admiran, desean,
levitan por caer entre sus brazos. El perfecto icono sexual se les desmorona al
ver que tras ese disfraz hay alguien dispuesta a zanjar las sufridas
injusticias juveniles. Solo por eso, para Lucie cualquier esfuerzo es poco.
El bólido
El bólido emerge de
entre los ventanales de un enorme edificio, y el estruendoso ruido de motor
hace levantar la mirada a los viandantes. Observan estupefactos verlo caer en
picado. Hay quienes no han resistido el embiste de tan emocionante suceso, y
permanecen con los ojos cerrados, encogidos, a la espera de un desenlace fatal.
Otros atónitos arrodillados contemplan una nueva vía de salvación. Los
agresores y malhechores no tendrán escapatoria. El mundo emergerá de entre las
tinieblas. Ya no habrá nada que se pierda. ¡Aleluya!, ¡aleluya!. Un zumbido
ensordecedor sobresalta a escasos metros del suelo, y el fabuloso bólido
despliega unas alas metálicas que lo vuelven a remontar… explica Matencio en
sus charlas a los chicos que van a verle a la residencia. Y Módano el panadero
cada mañana en la venta del pan. Como Pili la peluquera a la hora de esculpir
los largas y sedosas melenas… y tantos otros admirados por el nuevo rumbo del
mundo en un caótico abismo. Las diversas reacciones no cesan durante el paso de
los días. La prensa sensacionalista luce con gozo el evento. La sociedad vive
en el deleite, aun sorprendida por todo cuanto ha acontecido desde que aquel
día de agosto, el bólido surgió de la nada, y un ser aparentemente inofensivo
acabó por mostrar su serpenteante figura invencible. Desde aquel primer día, en
el que su aparición causó fulgor entre los hombres, el mundo sigue su curso
pero una cosa ha cambiado. Han dejado de ser importante las inmundicias. Lo
relevante del presente es saber, quien fabricó el inagotable y monstruoso
bólido, y como se formó el individuo en su batalla contra la corrupción.
Gracias por la visita y un fuerte saludo a todos los seguidores.
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