EL ESPANTAPÁJAROS
Quizás las respuestas las encuentre cuando el tiempo se haya acabado y no mire más hacía atrás. Quisiera recordar mi estancia en estos parajes, y descubrir en ellos todo este mar de dudas incesantes, de pensamientos que vienen y van. Ayer me emocioné y hoy lo sigo haciendo, el tiempo no me ha borrado la sensación que llevo desde que nací. Aquí, postrado ante el mundo observo el paso de los días. La lluvia, el viento, el sol, los pájaros, los niños y algún que otro despistado son los que me han visto pasar.Sólo el tiempo tiene las respuestas sobre mi futuro. El camino andado quedó marcado, mecido por el viento, el único compañero que se alojó entre mis manos y me llevó a lugares insólitos cerrando los ojos. Ahora estoy tuerto, pero no me importa, nunca pensé el llegar hasta aquí, y menos estar. El sol portentoso baña la llanura. Ahora el viento sopla y mece el gran mar que se abre frente a mí. Desde los pies lo observo, como corren sus aguas y oscilan las espigas hacia el norte, nunca me enseñaron qué eran las palabras para que pudiera saber y distinguir hasta que el aprendizaje pasó por mis manos cuando aquel niño rubio de ojos azules se hizo mi gran amigo. No había día que no viniese a verme. Sus charlas fueron ejemplares, y el tiempo las cultivó. Aprendí con él a distinguir qué era el sol y la tierra, dónde estaba el
horizonte y cuánto tiempo llevaba bajo el roble. Me habló de tantas cosas que en mi escasa memoria no pude retener todo lo que llegó a decirme.
El tiempo pasa y con él las horas. Los días quietos se unen pasando los años y yo aquí,
mirando cómo pasan las estaciones.
En mi cara se dibuja una sonrisa, aquel niño me enseñó a ver la vida de otra forma. Nunca
tendré palabras de agradecimiento por todo el bien que me hizo. Fue fabuloso su hacer, de
vez en cuando se asoma para recordar viejos tiempos. Sabe cómo cuidarme y que decir.
Nunca antes conocí a nadie como él, tan respetuoso y amable.
El frío del invierno me llenó de escarcha, y el canto de los pájaros dejó de sonar. Tras el
horizonte estaba el sol, y sus rayos clavándose en mi cara apenas podían calentarme. La
vieja paja se iba deshilando, y el tren de mi vida estuvo a punto de acabar. Pero todo
comenzó a cambiar tan deprisa, que cuando quise darme cuenta volví a nacer, tan bello y
galante.
Podía volver a ver por los dos ojos. El hermoso paisaje me eclipsó de nuevo, a pesar de
haber estado siempre en el mismo lugar. ¡La vida es bella!, muy bella, me dije bien adentro,
y he de vivirla intensamente. Mañana puede que no esté, me convierta en pasto de las
llamas. No ha sido la primera vez que las he visto llegar sin poder huir. Ahora quieto no dejo
de sonreír. Me volvió la felicidad después de verle.
“
No has de preocuparte” me dijo al volver, “vendré siempre que pueda a verte. Contigo crecí
feliz, fuiste mi compañero de batallas
”. Cuando escuché de nuevo su voz no pude llorar. Sólo
emocionado contemplaba su mirada, tan tierna como antes. La nostalgia nunca me había
abandonado, siempre la llevé conmigo. Y ahora parecía se disipara, como si nunca hubiese
existido. “
Yo también fui feliz a tu lado”, pensé. Aunque nunca oyó mi voz sabía que le
quería y que con él iría al final del mundo si hiciese falta. Sebastián fue y será mi gran
amigo, inolvidable y excelente compañero.
El viejo roble cargado de años apenas respira. Parece que sus hojas se despidan de la vida.
El tiempo pasa y con ella nuestra memoria, ahora sólo queda esperar hasta que el tiempo
nos cubra.
Todo está tan diferente que sigo mirando el final. De nuevo tuerto y con el tiempo a mis
espaldas observo que soy mucho más que un simple espantapájaros. Puede que nadie más
lo perciba, eso no me preocupa. Sebastián sabe que siempre estaré aunque las llamas me
conviertan en ceniza. Esa es mi promesa. http://www.talaiot.ca.cx
talaiot@laposte.net
Publicado en la revista en el trimestre Enero - Marzo 2012
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